Comicius interruptus: Del no nos representan al nos representan un rato
Esto nada tiene que ver con el vicepresidente y ministro de los Gobiernos de Aznar, director gerente del Fondo Monetario Internacional, presidente de Bankia, además de presunto corrupto e imputado en varios delitos. Cuando hablo de rato me refiero a una representatividad de corta duración porque parece que en política se está imponiendo la moda de practicar el comicius interruptus. Bien a través de elecciones que no culminan con la toma de posesión y provocan impotencia e insatisfacción en los que lo sufren. Bien a través de la renuncia voluntaria del escaño para intentar medrar en otros ámbitos del poder.
Si atendemos a la primera modalidad, los perjudicados son, por supuesto, los cargos electos cuyo escaño es tan fugaz como las flores de un día y corren el riesgo de quedarse sin asiento en un frenético juego de sillas. La ciudadanía, como en un eterno día de la marmota, revive una y otra vez la misma campaña electoral. Ya se sabe, lo poco gusta, lo mucho cansa; lo bueno si breve, dos veces bueno.Y si es malo, mejor no repetir. Aunque, tal vez, los programas televisivos ganen audiencia haciendo suyo el aforismo de el espectáculo debe continuar, pase lo que pase, pese a quien pese.
Un rasgo de la nueva política es haber acabado con el mal llamado bipartidismo, pues en cada convocatoria siempre han concurrido más de dos partidos. Cosa distinta es que la gente haya elegido mayoritariamente dos opciones, motivando una alternancia democrática refrendada por las urnas y la actual legislación electoral.
Un déficit de la vieja política ha sido la ausencia de diálogo y el afán de imponer decisiones valiéndose de las mayorías monocolor. Si bien cuando se tiene la oportunidad de demostrar madurez democrática, surgen los intereses partidistas, las directrices saboteadoras y la imposibilidad dellegar a acuerdos de gobierno.
Las situaciones originadas en Cataluña y en el resto de España parecen abocar a la celebración de nuevas elecciones autonómicas y generales. Algunos piensan que sería un fracaso, al evidenciar la incapacidad de los políticos de dar respuestas y asumir responsabilidades. Por el contrario, otros muchos opinan que sería un mal necesario o el menor de los males, mientras emulan a la lechera del cuento con la calculadora en la mano.
Es entonces cuando aparecen en escena las figuras emergentes de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, y de Susana Díaz, presidenta de Andalucía. Una para ser la posible candidata a la Generalitat por En Comú Podem y la otra para ser la posible candidata al Gobierno de España por el PSOE. Si bien la segunda dependería de un congreso federal y unas primarias internas para cumplir su hipotético deseo. En ambos casos, por una parte, se estaría renunciando a un puesto institucional ganado con el apoyo mayoritario de la ciudadanía; y, por otra, se estaría abandonando a los electores con los que se ha asumido un compromiso por un mandato de cuatro años.
Podemos centra su discurso en el fenómeno de las puertas giratorias para evitar que los políticos, al terminar su carrera, puedan ostentar puestos directivos en empresas estratégicas. Una medida legislativa acertada para garantizar la regeneración y la transparencia, que debería acompañarse de otra en la que un candidato que es elegido, pongamos, parlamentario europeo, no pueda dejar su cargo transcurridos unos pocos meses con el único propósito de encabezar, pongamos, la lista a la presidencia del Gobierno de España. Menudo feo a la democracia. A ver si al final los intereses personalistas y partidistas van a estar por encima del bien común.